Crucis 1975
La Historia Completa

Crucis 1975
Prólogo
Son varios los motivos que me impulsaron a crear esta página. Uno de ellos es mi gusto por la música en general, especialmente por el Jazz y el Rock Sinfónico.
¿Por qué elegí Crucis? Porque es uno de los grupos más representativos del Rock Sinfónico en el continente americano. Aunque, lo más importante, porque los integrantes de Crucis eran y siguen siendo mis amigos.
Tenía 13 años cuando conocí a Gustavo Montesano y a un pequeño y selecto grupo de amigos. Fue algo casi mágico que todos siguiéramos importantes caminos en el mundo del arte y otras disciplinas.
La casualidad de que hayamos coincidido todos en ese pequeño grupo de amigos nunca ha dejado de sorprenderme. ¿Simple Coincidencia? ¿Sincrodestino?.
Hay quien considera que la casualidad no existe, ya que una inteligencia superior entreteje los pequeños sucesos que consideramos casualidades.
Y estas experiencias lejos de ser sucesos azarosos en un mundo caótico, son acontecimientos potencialmente cruciales y cada coincidencia es un mensaje o una pista sobre un aspecto particular de nuestras vidas que requiere atención.
Muchos de nosotros dejamos de vivir en el país en la segunda mitad de los 70's, y aunque nuestra amistad continuó a través de los años cuando coincidíamos en distintos países, ahora que vuelvo a vivir en Argentina después de varias décadas, me he reencontrado con el conjunto de lo que fueron las raíces de lo que ahora somos.
Las condiciones político-sociales de los 70’s formaron una generación que transformaba las dificultades en un elemento creativo.
Neuróticos por la perfección, obsesionados y deseosos de consumir y producir lo mejor en el arte, tratábamos de estar al tanto de todas las nuevas corrientes artísticas que surgían en cualquier parte del mundo, todas esas influencias ayudaban para luego crear estilos propios.
En 1970, en la secundaria, conocí a Gustavo Montesano, estábamos en el mismo año y la misma división, al poco tiempo decidimos ser compañeros de banco.
Nos sentábamos en la última fila para poder estar más ocultos de los profesores para poder escribir poemas, hacer dibujos o cualquier forma de experimentar con el arte, a veces en forma individual, otras veces cada uno aportaba una frase y le pasaba el trozo de papel al otro para que continuase, todo en absoluto silencio. Tratábamos de plasmar sensaciones que nos producían emociones.
En otros momentos, comentábamos en voz baja repetidamente fragmentos del libro de Hunter Davies, única biografía autorizada sobre Los Beatles en aquel entonces. En nuestras carpetas pegábamos las cosas con las que nos identificábamos. Yo por ejemplo en una carpeta tenía pegada una entrevista a Enrique “Mono” Villegas, uno de los más grandes pianistas de jazz, lleno de una filosofía de vida muy interesante. Solía ir a ver sus actuaciones en el Teatro San Martín durante las cuales la mitad del tiempo el Mono Villegas sentado en la butaca del piano hablaba hacia el público y la otra mitad tocaba con una inspiración y una capacidad de improvisación divinas. Este era el tipo de cosas que formó a muchos de nuestra generación.
Gustavo y yo teníamos muy claro que no nos interesaban las fórmulas químicas ni nada de todo aquello, al menos de la forma que nos llegaba la información.
En esa etapa escolar teníamos la profunda sensación de que todo eso era una perdida de tiempo. Cuando teníamos catorce años sentíamos que se nos escapaba la vida, el colegio era una pequeña cárcel que nos impedía expresarnos.
Transcurrían los primeros años 70 y algo bastante representativo visualmente hablando del movimiento con el que nos identificabamos era llevar el pelo largo, lo cual para las autoridades argentinas de aquella época era algo subversivo y por consecuencia en la escuela estaba prohibido. Teníamos que esconder nuestro pelo porque no nos dejaban entrar al colegio. Yo llegué a comprarme una peluca de pelo corto dentro de la cual escondía mi pelo largo engominado y sujetado con horquillas.
Todos los días de lunes a viernes al salir del colegio Gustavo y yo teníamos una especie de ritual que consistía en una caminata por Av. Rivadavia, desde la calle Condarco hasta Av. Boyacá, era una práctica casi obsesiva. Después de cruzar plaza Flores nos deteníamos para ver la cartelera del Teatro-Cine Pueyrredón, donde se presentaban los principales grupos de rock de la época. Cuando no había nada anunciado aprovechábamos para hacer algún comentario sobre alguno de los tantos recitales a los que habíamos asistido con absoluta devoción: Manal, Vox Dei, etc. A lo largo de esa caminata íbamos parando en las múltiples disquerías, aquellos pequeños locales que podían dar a la calle o estar escondidos dentro de las galerías comerciales, lamentablemente en cualquiera de sus formas en la actualidad las disquerías están en extinción. En ese tramo de aproximadamente 8 cuadras había alrededor de veinte disquerías.
En las bateas de madera (a veces cajas de cartón) se mezclaban las tapas de los discos de: Vox Dei, Pajarito Zaguri (con La Barra de Chocolate), Billy Bond, Manal, Leonardo Favio, Los Chalchaleros, Jethro Tull y Frank Zappa.
Mirábamos una y otra vez las mismas tapas cada día durante semanas hasta que cambiaban alguna. Leíamos hasta la última palabra de la contratapa de los discos que nos interesaban, toda la ficha técnica de grabación, el nombre de la imprenta... lo cual era absurdo porque la impresión siempre era desastrosa. Así todos los días durante los cinco años del bachillerato.
A veces para eludir algún examen o porque simplemente no nos apetecía entrar al colegio nos íbamos a pasar la mañana en la casa dónde por las tardes ensayaba Consiguiendo Vida.
Una mañana bastante fría de invierno estábamos templándonos tranquilamente sentados al sol en el patio cuando de repente llegó el padre de Pino (dueño de la casa) y Gustavo intentó justificar inútilmente nuestra presencia allí en pleno horario de clase, vestidos con el uniforme del colegio: riguroso pantalón gris, camisa blanca, blazer azul marino, corbata bordó y zapatos negros.
En aquel grupo de amigos teníamos algo en común: aspirábamos alcanzar lo máximo dentro del arte, ya sea música, poesía, dibujo, pintura, fotografía... o lo que fuera.
Todo lo que sentíamos era emoción pura ante cualquier forma de expresión artística.
También éramos conscientes de que habíamos elegido otro destino, diferente al de la mayoría de las personas, aunque en algún momento fuimos obligados por las circunstancias a elegir y empezar una carrera universitaria que al poco tiempo descartamos para seguir con el que considerábamos nuestro camino.
Cuando le propuse a Gustavo reunir la información sobre aquella época le entusiasmó la idea. Lo que sigue a continuación resume aquellas experiencias de hace cuarenta años atrás, principalmente información muy detallada sobre Crucis y los años previos a la formación definitiva del grupo, con el testimonio de Gustavo y de Pino.
Más adelante iremos agregando más información, fotos y grabaciones de la época que aún no hemos digitalizado.
Diuxs
